domingo, 31 de mayo de 2009

Herencia de existencia



Sigo fumando, papá, es parte de mis venganzas

de muchachito…

Le sigo dando al tabaco

a los fríos de la calle.


Recuerdo como me viste ir, seguro odiando

nacimientos y desesperaciones de juventud.

Pudimos vaciar tazas de té sin hablar,

pudimos retomar historias y dilemas

con esa presencia de sangre profana.


Tenías algo de mis pelos, yo tenía algo

de tu miedo a las esquinas de noche.

O miedo a la oficina, a la persiana

que dan a los ciclos de estas cosas:


papeles, no barquitos, papeles, no peces

papeles, no pescas, no las primeras aguas

del primer río de infancias tardías.


Perdonáme si me alejé cuando las fotos

o cuando te dibujé un poco lejos.

Yo no quise…

¿quién quiso?


Estas manos se disculpan,

a pesar de todo

(el pesar de los cuerpos

y de la vocalizaciones impuestas);

te hacen la palmatida en la espalda.


Y ya estás, cumpliendo cometidos

siendo el sonido de los fluidos musicales

en tus mismos paladares.

Ah cómo degustabas

las libertades, o algo así…


Tus camperas están ahí, retribuyendo

tus conquistas a nuestros días

el olor a trabajo, el olor a cansancio

el olor a las madrugadas retornadas.


¿Pensabas? Yo dormía.


Tu descanso me hace tan bien,

me permite hacer mis manos

con lo áspero de tu palma sobre mis palmas,

la siento…


Es una labor tan ardua, este tacto

para comprenderte, ser de tu oficio

esto de se hombre y valiente.


A pesar de debernos un café, papá

a pesar de no proferir: basta, yo soy tan

poeta como del que hablás

en tu poemas madrugadores.


Es así… tengo esa pelada tan tuya

que desnudaba universos de símbolos

¿sabías?

una pelada, sin nada de nada

con un corazón dado entero

para los charcos de agua

o las músicas perdidas por ahí

papá, sos tan universal.


(¿No lo comprendiste?

¿Me tiene que tocar a mí comprenderlo?

¿Quién más?

¿Podré con tus camperas? ¿con tus bufandas?

¿Me faltarán amores o compañeros en las rutas acabadas

por el porvenir de los días?

¿Habrá ser entre los firmamentos que pueda

ser tan áspero como tus manos y tan cobarde

como para seguir y apostar?

¿Habré de hacerlo esto sin vos sin tus lluvias

sobre un patio de litoral, sin los vidrios

que más me desviarán de comprender?

¿Y de los tumultos? ¿Qué hay de los tumultos cerca del café?)


Tengo firme fe, papá, a pesar que a veces creo

acabarme frente a ventanas de marfil,

y preguntarme


qué pasa.


Y es suave eso, muy suave

como lo femenino de la vida.

Y yo no quiero eso papá, yo no, vos no.


La campera, y los domingos en el alba

no lo quieren papá.

no estés en estas cosas;

no.


¿Que serán si no estás en las fotos

que se guardan en el placard de memoria?

Papá, ¿quién está a cargo de semejante porfía?

Toda esta porfía.


A veces quiero ser yo, pero el universo no cabe

en las camas ni en las sillas.


Papá…dame el código, la cifra, las alegorías

para …serte…

Los que existen.

Esto de inventar lo que falta de tu cara.
Seguir una lógica de geometrías que te asimilan
como hombre concreto en medio del mundo
de los polvos en los muebles, las casas viejas.

Tener en mi campera guardado anotaciones
de una expresión desviada, una sonrisa apurada
Anotar cada compuesto químico de tu significancia
generar una ciencia con tu existencia

Y no es para fabricarte, sino para comprobar
tu existencia en el viento y en las plazas.
(si algún día devienen las soledades abrileñas,
por las dudas, esperarte del otro lado de mi congoja.)

jueves, 7 de mayo de 2009


"....La miseria de la gente es vieja como las montañas, y desde el púlpito y la cátedra se predica que es también tan indestructible como las montañas. Por eso nuestro nuevo arte de la duda cautivó a las multitudes. Nos arrancaron el telescopio de las manos y con él enfocaron a sus opresores. Y de pronto, aquellos hombres egoístas y brutales que se aprovechaban ávidamente de los frutos del trabajo científico, sintieron que la fría mirada de la ciencia detectaba y denunciaba una miseria milenaria pero artificial, que podía fácilmente ser eliminada si se los eliminaba a ellos mismos. Nos cubrieron entonces de amenazas y sobornos, que resultaron irresistibles para las almas débiles. ¿Pero acaso podemos negarnos al pueblo y al mismo tiempo seguir siendo hombres de ciencia? Los movimientos de los cuerpos celestes son ahora más fáciles de calcular, pero los pueblos todavía no pueden calcular los movimientos de sus señores La lucha por medir el cielo ha sido ganada, pero las madres del mundo siguen siendo derrotadas día a día en la lucha por conseguir el pan de sus hijos. Y la ciencia debe ocuparse de esas dos luchas por igual. Una Humanidad que se debate en las tinieblas de la superstición y la mentira, y es demasiado ignorante para desarrollar sus propias fuerzas, no será capaz tampoco de dominar las fuerzas de la naturaleza que ustedes los científicos descubren y le revelan. ¿Con qué objetivo trabajan ustedes? Mi opinión es que el único fin de la ciencia consiste en aliviar la miseria de la existencia humana. Si los científicos se dejan atemorizar por los tiranos y se limitan a acumular el conocimiento por el conocimiento mismo, la ciencia se convertirá en un inválido y las nuevas máquinas sólo servirán para producir nuevas calamidades. Tal vez, con el tiempo, ustedes lleguen a descubrir todo lo que hay para descubrir, pero ese progreso sólo los alejará más y más de la Humanidad. Y el abismo entre ella y ustedes los científicos puede Llegar a ser tan profundo que cuando griten de felicidad ante algún nuevo descubrimiento, el eco les devolverá un alarido de espanto universal...."

Bertolt Brecht.