domingo, 28 de junio de 2009


He visto caerse los gobiernos de América Latina,
el llanto de los pueblos, sus murales reflejados.

He visto las cuevas de los refugiados,
no supe qué era revolución o patria perdida.

Sin embargo, yo algo había perdido
algo que nunca supe que tuve.

Cáma leica, Polaroid, lenguajes del revelado
tuve la imágen, el dibujo que sólo el espejo hace.

He tenido al mundo en las cajas oscuras.
Y no supe nada.

No supe de las asambleas de barrio,
no supe de las barricadas.

No supe nada.

No supe que no estaban en los fotogramas.
No supe, que todo lo demás es de uno mismo,
menos el universo.

jueves, 4 de junio de 2009

Marechal, Borges y el olvido

Cuando comienza el Adán Buenosayres, Marechal no dá tantos giros barrocos. Señala la muerte que viviremos en lás próximas páginas.

"En cierta mañana de octubre de 192..., casi al mediodía, seis hombres nos internábamos en el cementerio de Oeste, llevando a pulso un atúd de modesta factura (cuatro tablitas frágiles) cuya levedad era tanta, que nos parecia llevar en su interior, no la vencida carne de un hombre muerto, sino la materia sutil de un poema concluido."
(del Prólogo Indispensable)

Esas palabras... eso de enterrar: papeles, poemas, secretos, la liviandad; es quizá un ejercicio habitual. El olvido.
A veces creo que el olvido se hace en conjunto; que se necesitan cómplices para generar el ritual de negar algo. El olvido es un acuerdo negociado.
Unos olvidan. Otros tienen que saber que otros están olvidando. Aquel que olvida necesita de una memoria ajena para que lo remita a su desmemoria, que le recuerde que no se recupera aquellos de las fotos del verano, o eso de las manchas en las zapatillas, ni el vuelo en avioncitos de papel viejo.

Esto ocurre con el poema que concluye, la característica fatal de ser el producto de un olvido.
Pero la gran pregunta sería, ¿qué es un poema que concluye?
Porque bien sabemos nosotros, los letrados posmodernos y drogadictos, que nada tiene que ver con los puntos y apartes, ni con el final de un papel. Un poema que concluye (no EL poema que concluye) podría ser -me confiero a los reductos de mi vida- puede ser el cuerpo de alguien con quien tuviste sexo y luego una charla de madrugada. O esos bailes en un salón, adonde no fuiste invitado, pero en el cual describiste el movimiento de las curvas corporales fundidas en el ritmo.
Un poema que concluye es uno que ya no está, en tanto que sólo puedo escribirlas con el teclado. Restos de un poema que tuvo su apogeo y ahora encuentra la agonía de nombrarlo por partes.

Pero mejor escuchemos lo que cantó Borges alguna vez:

"Has gastado los años y te han gastado,
Y todavía no has escrito el poema. "
(Del poema Mateo XXV; 30)

¿Por qué Borges dice que no escribió EL poema, pero Marechal habla de UN poema concluido?
Borges remite al poema universal, a los infinitos mundos de Funes el memorioso: todos los números, todos los límites, todos los pasillos, toda la química, todas las almas, todos nosotros.

Pero, sobre todo, habla de un olvido total, de jugar con la nada, que todo eso se funda en la nada. Osea jugarse él entero, y todo su conocimiento, y todo el universo. Y encima, escribir el "poema de la nada" , para que seamos los famosos cómplices de semejante tragedia. Pero antes de declarar su fracaso, le canta a los años, al tiempo, a tanto tiempo recordado que han contribuido a una operación literaria fallida. Y esto es lo que pesa: los años sobre el tiempo, los recuerdos configurando el presente. Esto es la vencida carne de un hombre muerto.

Marechal, mientras tanto, nos anticipa una historia particular, un mero y simple poema que concluye y que se reduce a un cajón comunacho, a una nada con un rito de entierro hecho por seis hombres y "presenciado" por estos lectores drogadictos. Seis hombres y una fecha -192..- que se pierde en la línea cronológica de la humanidad. Porque al mismo tiempo que van a olvidar a Adán Buenos Ayres, nosotros vamos a olvidarlos a ellos, porque ellos ya son parte de ese poema en particular, ellos son parte de esta "trama compleja del olvido". Adán Buenosayres, una creación de ellos, ahora encuentra la paradoja al ser ellos una creación de nosotros, los lectores drogadictos.

A ver, pasemos en claro: ellos son parte del entierro, ellos olvidan, ellos tres crearon la dureza corporal de las páginas de esa magnánima obra literaria. Pero para que la ceremonia de la desmemoria sea un negocio redondo, se inscribieron ellos mismos como parte del olvidos. Y ahí ese UN poema está tan liviano y concluido.
Ahora, ¿Borges ha escrito EL poema? Ahí me remito a Carlos Gamerro.


"Voy a partir de la suposición de que Borges arrastró durante toda su vida literaria una íntima frustración: la de no haber sido un poeta místico.(...) La frustración del Borges místico es, aquí, la realización del Borges poeta. Su pérdida (si la hubo) es nuestra ganancia."
(del suplemento Radar de Página/12, domingo, 14 de mayo de 2006)

Osea que podemos suponer que Borges quería hacer de UN ritual como es el poema, EL ritual. Quizá ahí todo el universo sería objeto de LA escritura. Todo reducido a olvido.

...

Esos son los fracasos que aplaudos. Aquellos que puedo recordar.