sábado, 9 de abril de 2016

Dejarnos




Tal vez la clave haya sido otra: mirarse para un objetivo de barro débil, con la fiel materia de los deseos y las posibilidades otorgadas por las alarmas de la inseguridad personal.

Tal vez, en cambio, la clave haya sido aprender que detrás de las miradas y de las manos que se acercan deben haber hechos, compromisos, respetos y la convicción de que los cuentos eran para niños, a nosotros adultos nos toca escribir y escribir, no contar ni escuchar incrédulos como si todo ello existiese.

Tal vez, realmente, la clave sea el fluir no de una tranquila conversación, sino el fluir del silencio luego de la algarabía, los colores, y las ansiedades de lo que vendría.

Ahí ahí, estará la clave.

Nadie pronunciará la adulación fácil
se abrirán los cielos, Dios proveerá el porvenir.
Buscar agua, techo, amor, compromiso, romperse desde adentro,
planear vidas, crear vidas, darle nombre a lo que queremos cuidar.
La sonrisa de una madre, sus manos trabajosas, el fuego que enciende un amigo
tomar mate, comer tostadas hechas por otro, chusmear sobre el barrio, enamorarse.
Y luego nada,


Ahí de nuevo estará la clave.

En el silencio, en el reencuentro, en la paciencia y en la resignación de dejarnos con el pecho tranquilo.


Y el sonido de los pájaros entrando por la ventana en la mañana.