sábado, 31 de diciembre de 2016

El final


"Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado."
(Franciso Luis Bernadez)

Sé que los pliegues de su cara denotan el dolor acumulado en años de frustraciones, fracasos y sobre todo esquinas vacías dobladas, esquinas cansadas de tanta noche, esquinas que han tenido la forma de la esperanza pero la realidad de una repetición del dolor y dolor.
Sé que se ha vuelto desconfiado y que no entrega el agua al que tenga sed, sino al que tenga ganas de pedir agua, que él tomará su dolor acumulado como bandera para cubrirse los ojos de tanto dolor en el mundo. 
Sé que duele tanto desencuentro, sé que nunca el dolor podrá unirnos, sino disgregarnos, ya que todo dolor compartido tendrá de puente eso que uno llama Amor, y que muchos lo asocian a un abrazo, un estrechar manos, una conversación, y que también es silencioso y es un compromiso sin garantía de tener algo.
Sé que llevar encima tanta derrota lo hace tributario de la mentira, del engaño, de la guerra sin sentido. Sé que quiere ganar algo, pero no sabe (tal vez), que la derrota lo ha expulsado de todo juego y guerra, y que ahora quedan personas que buscarán en él un descanso, un no-esperar, un arriesgar, un querer. Sin embargo, sé que su obstinación por dominar algo que no sea su nombre lo llevará a ir a fondo, ir hasta el final, e insensiblemente engañará hasta sentir que podrá obtener el dolor ajeno como trofeo a su dolor.
Sé que nunca nos entenderemos. Pues yo pienso que el dolor debe hacernos compañeros para "hacer juntos las trincheras del mañana" -ya que afuera hay tanta mishiadura-. Sin embargo, para él mi dolor nos hace diferentes, pues él aún cree que por mi dolor él calmará la herida que sangra a ríos en su cama, y que mi dolor será el sentido para que ya no haya más dolor propio, y por todo eso yo soy un  desafío, por no decir enemigo, un objetivo a obtener.

No obstante, a esta altura del saber (Sé fue pronunciado como más de 5 veces), llegué a las palabras de Bernadez: sepultar. Sepultar no implica enterrar lo vivo, sino matar lo que se pudre en las calles y dejarlo bajo tierra para siempre. 
Luego: aguardar las lluvias del fin del verano, aguardar que la Providencia actúe sobre la tierra y los dolores muertos, para que de una vez por todas los pliegues y el dolor y la herida y la tragedia ya no sean tales, sino los grandes árboles de una casa, las simétricas formas de un conjunto de flores, y todas esas cosas lindas y buenas que serán el símbolo del fin de una historia mínima.
La historia de un amor que no pudo ser pero que estuvo signada por el dolor y el engaño, así como también con la esperanza de un final feliz (un árbol, tal vez).

viernes, 16 de diciembre de 2016

Hacerse


Hacerse a los ponchazos. Pero no por eso perder las ganas de querer, de abrazar, de cuidar. 
Comprender que unos no confiarán en vos, que te mirarán con desprecio, que te dirán algo y será otra cosa.
Hacerse duro, hacerse fuerte, hacerse valiente, re-hacerse, pero sin perder la fuerza del amor, la fuerza de las promesas, la fuerza de querer cambiar las realidades. 
Perder el miedo, perderse en un proyecto, perderse en la obra, pero sin olvidar que afuera está el sentido, la magia, la causa de tanto esfuerzo tanto dolor tanto juego incierto.
Hacerse adulto, sin dejar de llorar, sin dejar de sentir, sin dejar de esperar lo mejor, sin dejar de creer en el país, sin dejar de creer.