viernes, 7 de junio de 2013

El cero y la existencia.


Estar solo es una de las actitudes-actividades-estados-épocas más extraños de la representación humana.
Si el signo -actividad representativa, hecho conceptual y parasitario de un hecho significativo que, más allá que contenga signos, a nuestra totalidad se nos aparece como contingencia, acontecimiento- digo, si el signo es el elemento-huella humana, es la inmortalidad de los mortales, es la paradoja del no-tiempo cristalizada en un concepto sometido a los avatares del mundo y su temporalidad, ¿cómo representar la soledad? ¿tiene "sentido" representar a la soledad?
Pues si estamos solos no tiene sentido representar, pues el acto de representar implica un acto de comunicación, y la comunicación es sinónimo de sociedad, de la existencia de más-de-uno, de ese otro antropológico que al constituir "otra antropología de la mía" se erige en el extraño a quien comunico ¿mi soledad? Pero si comunico mi soledad al extraño, ya no es eso soledad, pues la soledad necesita "ser" cuando no hay nadie, por lo que todo lo que se diga de la soledad es un mentira, una imposibilidad. La soledad puede evocarse solamente con la transparencia, con la sinceridad de la aclaración de "no ser" lo que se dice. La disolución de la soledad en el silencio, en la no comunicación voluntaria ni direccionada, es el estado más ambiguo para nuestro acto de ser representar-siendo hombres solitarios.

"Todos estamos solos sin poder decirlo"

Esa es la formula, pero...

"...pero intentamos decirlo, decirlo en su verdad, cuando en realidad sólo podemos evocarlo para mentir."

La tragedia, la tristeza de no poder "decir", hechar a signos a la soledad, tiende a lo que en la matemática es CERO.

El cero, ¿es?
¿Dónde se encuentra materializado el cero en el universo?
NADA,
NO,
INFINITO.

El uno podría ser el número de la soledad, sin embargo cuando queremos comunicar el UNO al otro (UNO-MAS-UNO), todo se vuelve de nuevo hacia la pregunta, ¿entonces lo que comunico es la soledad?

Y ahí de nuevo, tropezar con la imposibilidad, la extrañeza en las calles, los puentes quebrados hacia los rostros.

El silencio, de nuevo el silencio.

Y de ahí, el cero, la tendencia a la nada, a lo que no puede ser abordado ni por el signo ni puede ser previsto en los objeto y los rostros. No saber, no poder significar, lleva a poder sincerar: sì, estoy solo. Todos estamos solos.

¿Debería doler eso, debería ser una fatalidad hecha hombre nietzscheano?

¿O no es esa la premisa para abordar un nuevo tipo de "humanidad", de estar y ser con el otro?

Cuando uno parte de esa tristeza, uno encuentra al devenir del "mundo", un bálsamo una sorpresa, un espectáculo lleno de vida, de mucha vida. Y aún en el paisaje más terrible, la premisa debe hacerse negación al estrechar manos, hacer del encuentro (Begegnung dicen los alemanes, diferente a Unterhaltung, pues Begegnung tiene algo de no previsto, de no representado en signo o predicción a priori, sino contingente y màgico), eso que aparece y nos reafirme que el Cero y el Uno son una verdad muy interna pero que se niegue en un tiempo-rio real, constantemente se niegue, pues uno y otro siempre van a compartir eso que no se dice, pero que está siempre, como el silencio que antecede, soporta y sucede a las voces de una sala.