Soy un testigo de las faltas, de las ausencias, de lo que se fue. Y al mismo tiempo, miro hacia lo que se gesta, lo que va cobrando forma y aún no tiene una definición en conceptos o en sentidos exactos.
En esa frontera del movimiento, me arrastan la nostalgia, el esfuerzo por eternizar fugacidades, pero a la vez la necesidad de proyectar los indeterminado, cuidarlo y hacerlo hijo de lo que se va pero a la vez padre de lo que tendrá que venir.
Y siempre quiero pensar que lo que vendrá será mejor, será superador, y a la vez tan secreto como las cosas más valiosas que no están ahí para ultrajarlas, sino para revelarlas, para descubrirlas y exaltarlas como ese color naranja que espera el momento del día exacto para alcanzar su plenitud.
Esto soy, y esto pienso a mis 37 años.