Si tuviera la dicha de recorrer
las calles que me abrazan hoy
en décadas pasadas
tal vez comprendería
la causa de las bellezas simples
en la flora que se repite
y en esas casas del conurbano
que se iniciaron con la esperanza
de un país que nacía
y de una familia migrante plena de futuro.
Saber que hoy nada hay, más que
tiempo y flora circular
o ese atardecer que nos recuerda
que algo termina y
que algo nos es legado
en las lágrimas que me nacen:
El legado de la esperanza.
El legado de la música silenciosa de los barrios.
El legado de un país con esperanza.
No quiero deterner el tiempo
no quiero que las cosas dejen de moverse
no quiero que detener el paso de la historia
no quiero ignorar la crisis que nos somete.
Sí quiero tomar prestado un pedazo
de barrio, de barro
para cantar emociones
para contemplar lo que es
para legar a lo que será
las simple bellezas de un río de tiempo
que pasa pasa pasa
y se lleva todo todo todo
pero nos deja captar
lo que queda, lo que hereda
y lo que nos lega.
Esto que es, esto de hoy
las casitas, los muros, los árboles
en la singularidad de toda belleza.
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