Hay tiempo para cada cosa.
Entre ilusión y confianza, la convicción de una idea, y una proyecto a realizar.
Lo que quisimos, lo que no nos fue dado, lo que tuvimos sin saber transformarlo.
Piedra, mármol, madera, el olor de una planta que ya está muerta.
Los niños que gritaban en tu ventana y que hoy callan en las bibliotecas.
Cada cosa tiene su tiempo, la repetición es la insistencia de los conceptos, de las formas, y una nueva oportunidad.
Pero aquellas que estuvieron y ya no están son el caudal, la totalidad de Dios, atesorada en esa memoria vaga que retorna en cada desvelo de madrugada, en cada llanto necesario, en cada suspiro que quiere volver a empezar.
Una sonrisa y una dolencia aguarda del otro lado de la puerta, recibilas una vez.
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