Enrique Martinez, ex presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industria (INTI), recuerda que en 1994 recorrió las instalaciones del abandonado laboratorio de I+D de YPF en Florencio Varela. Luego de describir ese panorama gris y casi posbélico del lugar -toma corrientes arranzados, suciedad, máquinas amortizadas por el olvido, robos de vidrios a cristalerías como si de la miseria y la tragedia se pudiese sustraer algo de vida, algo beneficioso-, Enrique relata que hace dos años"Enrique Eskenazi invitó a los
presidentes del INTI y el INTA, dentro de una ronda de consultas para
recuperar trabajo de investigación, que tuvo poca continuidad por parte
de la empresa. De esas reuniones quedó claro que el personal aplicado al
tema no superaba las 60 personas y casi todas ellas en oficinas, no en
laboratorios o plantas pilotos."
Personas que deberían entregar sus manos, y sus conocimientos técnicos en la palestra de la creación científico-técnica están reducidos a la oficina, ese espacios que Kafka llamó "misteriosa y metafísica", a lugares caracterizados por la rutinización, el sellado, el café de por medio, y la charla de bueyes perdidos.
¿Hay una polaridad total entre el espacios de la oficina -pulcritud, traje, internet, charla, y opinología- y del laboratorio o taller -desorder necesario, ida y venida, ensayo error, concentración y relajación? Quizá oponerlas tan impunemente conllevará el odio de los administradores y las loas de los descamisados.
Sin embargo, la proliferación de la oficina en detrimentro del taller y del laboratorio es simbólico en un país que ha visto decaer su industria nacional para recibir ansioso modelos innovativos e industriales importados. La instalación durante los año 90 de empresas transnacionales , no trajo sus instalaciones fábricas, de laboratorios de I+D, ni una política de empleo de personal científico y técnico nacional. No. Estas trajeron sueños de ascenso social, sueños de corbata y camisa, ilusiones de pulcritus y de café cerca de la City Porteña, o en Vicente López. Trajo, en fin, un modelo de trabajador de oficina, abstraído de toda idea de país y de producción, sin conocimiento de los orígenes de su empresa, sin conocer su casa matriz, solamente su logotipo e isotipos y todos aquellos signos que vienen con esa "identidad de marca".
Toda idea de producción fue reducida a papeles, y si era posible hablar de una I+D era sólo bajo la forma de Research and Development o bajo el famosos convenio de cooperación con una institución que yo no conozco, dirá un empleado de oficina de YPF.
¿Saben dónde fue a parar toda la I+D de YPF? A la nada. Y si había algun temita técnico que resolver, existía el INTI, la CNEA o algún laboratorio tirado por ahí con el que se podía entablar una relación de mercado: "vos me resolvés este problema y yo te pago". "Listo, si somos del mismo país eso a mí no me importa".
La oficina de YPF, la oficina de Aerolíneas, y las de otras tantas instituciones tienen esa carga simbólica, de ser espacios limpios, pero que no se sostenían por su propias fortalezas como empresa o institución, sino que debían vivir de lo que producían otros. El oficinista es producto de la producción principal, de la producción económica surgida en fábricas, laboratorios, etc. La oficina es una instancia "meta" de la producción, ser encarga de "ordenarla, de administrarla, de ejecutarla eficazmente". Si bien la oficina es una instancia fundamental de la economia -pues genera la macroestructura de toda actividad económica-, esta es una instancia que surge a partir de una instancia primera, pues en ella habla de la producción y vive porque vive la producción. En un país sin producción pero con una proliferación de oficinas surgidas al calor de la privatización, de la tercerización, de la extranjerización -donde toda producción es externa y extraña a nuestras manos nacionales- ¿qué puede ocurrir?
Pueden ocurrir cosas como las que describe Enrique: personal técnico calificado instalado en oficinas, sni poder explotar sus capacidades. Ellos deberían producir, pero ellos están en el espacio meta, el espacio que "habla de la producción" o marxistamente hablando, que "hablan de la realidad".
Nuestro país quiso ser reducido a un país de administradores, de hombres de saco y corbata que salen a la calle y ven cerrar una fábrica en Florencio Varela, pero que el nuevo auto que se compraron los ofusca.
Pero el sueño, como todo sueño, no vive del aire, sino de realidades.
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