“Errata, vago, desvivido. Las patrias no dependen de banderas ni de nombres del documento; sino de tu análisis del viento, de los espacios, de la nada pujando por la silla, por la mesa”
viernes, 10 de enero de 2020
Siempre habrá
Hubo un tiempo de vino caliente, de caminatas cerca de Marienplatz, un tiempo de espera y ansiedad
Nunca la quietud engañó a la desesperación, ni las vanguardias fueron el ciclo que concluye con la expresión. Nada de lo que pueda decir me remite a un estilo o rastro, o no pretendo escuelas ni reconocimiento.
La esperanza o la incertidumbre pasaron siempre por tierras ajenas, por estar a destiempo, e irse justo cuando llegaban las mareas verdes, las muchedumbres cantando, los posibles amor. Ya no estaba.
Me arrojaron a los lugares recónditos, aquello que se olvida o no se aborda con la teoría o la prensa.
Arrojado, y cuando los ecos se apagan, le toca a uno llorar, o desesperarse por el sentimiento de inexistencia deshumanizante que se adueña de las agendas y las perspectivas.
Cuando uno cree que el tiempo de un ciclo se decreta cerrado, cuando ya nada importa, retornan rostros, voces siempre presentes aunque ofuscadas por tanta desesperación o tanto deseo infundado.
Llega a un lugar, una fecha, a una hora, a una combinación precisa y única que hace
-Que las flores siempre sean distintas
-Que los abrazos siempre son los primeros
-Que uno será siempre y no será el ser
-Que mañana las posibilidades será nuevas
Y el aroma nostálgico del Glühwein en Marienplatz vuelve con el aroma de las calles vacías en invierno. Y una Biblioteca a la que iba siempre vuelve a mi memoria, y recuerda que yo leía otras cosas que ahora son la sombra de mis intereses. Nada de lo que deseaba era la clave de lo que hoy me esperanza y me desespera.
Hay mucho más en este lugar a donde me han arrojado. Hay mucho más.
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