En un principio tuvo miedo de nadar, de sumergirse, de saltar, de tocar una orilla. No era tiempo para tanta incertidumbre. La gota solo venía a uno cuando se insinuaba la lluvia de verano.
Esto era diferente.
Acercarse al espejo de agua, contemplarse y luego deshacerse en el extraño ritual de volar en un aire de líquido. Miedo, miedo, terror. ¿Qué es el Agua?
Conoció y quiso a varios que amaron el Mar. Lo ayudaron a acercarse a ese límite entre cuerpos sólidos y texturas que se deshacían con sólo rozarlas. La madre decía que ante el Agua debía decir: Yo puedo.
Y llegaban aquellas fotos de charcos en Cartier Bresson a sus ojos. Y su imitación luego de cada lluvia: fotos del espejo de agua en cada calle, arrabal y baldío.
La obsesión se tornada un poco trillada: Alfonsina Storni, Mar del Plata, es mar es el infinito. Cosas que uno repite.
Mejor hablar de trenes, hablar de lo que se fuga pero no se deshace. Eso era mejor.
Tardó en pensar, en entender: tuvo que llegar a Tegeler See. en Berlín, a puras lágrimas, pararse cerca del gran charco de agua para preguntar: ¿Qué debo hacer? ¿A dónde ir?
Nada salió a la superficie. Nada.
Hoy el agua retorna como queriendo decir algo. Ahora tiene un nombre, tiene un futuro:
Hidrógeno
H2
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