jueves, 12 de mayo de 2022

Recuerdo de Togostrasse


 Entre calle y calle se acumulaba el peso del deseo de permanecer.

Tan insoportable que le hubiera pedido ayuda a un turco

para permanecer, para sostenerme sin entrar a un bar hacia Seestrasse.


Me entregué a la esperanza más pesada que los adoquines,

me olvidé que enfrente había juegos y árboles 

que no quise disfrutar, que se me escaparon en las siestas

de la depresión, de la espera, del no saber qué hacer


Las recuerdos con el cansancio del que escucha el paraíso

pero no puede levantarse para cruzar la calle

ir por un helado, por una charla en alemán

por un tiempo de presente puro y pleno.


No. Togostrasse fue el tiempo de la añoranza

de un futuro que no eran manos hacendosas

ni buenas voluntades, eran el llanto

luego del sueño premonitorio.


Bajando sus escaleras a un infierno 

de expulsiones, de despedidas

de la desesperación, del no entender

por qué ahora estoy en la montaña


Cada mañana me admira que la piedra

sea la echada por el viento

y no por la pala o puesta por 

la mano humana, la voluntad


Porque creo que no todo es voluntad

hay algo más, un exceso o un inicio.


Es lo que percibí

en un cuarto en Togostrasse.