domingo, 21 de abril de 2024

El mientras


 Mientras espero nuestra decisión cierta y transformadora me arrojo a la tarde que nada nos reclama y todo nos entrega en una perfecta dadivosidad de colores, formas y sombras. 

El derroche de figuras y sensaciones alrededor de la Isla fue el regalo más insistente para mis tardes de cemento, cansancio y melancolía. Le entrego a los días preguntas, le entrego a los domingos dolores, le entrego a los años recuerdos. Y los días me devuelven nada pero me regalan un universo entero.

Quizá sea tiempo de detener la espera, y ser valiente con las consecuencias. Nadie piensa que el efecto de arrojar una piedra al mar sea la calma, sino el inicio de una marea, aunque sea la insignificancia. Pero la misma nos debe preparar para el naufragio.

Y es en ese ir y venir, en la ansiedad y los mates interminables, que quisiera que el recuerdo se repita, se retome y se amplie en sonrisas, en charlas, en memorias compartidas. Porque cuando el mundo me entrega la variabilidad e inasibilidad de las cosas, los lugares, y las personas; yo recuerdo que las pocas veces que siento el éxtasis de la vida es cuando recuerdo, charlo, sonrío con las tías, con mamá. 

Quizá ese tesoro que se forma en mí en este tiempo sea la respuesta, o la negación a lo que deseo y supuestamente necesito. 

Quizá estoy equivocado y las señales del error están en cada disfrute y plenitud que se me presentan.