domingo, 13 de agosto de 2023

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 Cuando voy a la Biblioteca del Seminario de Buenos Aires es como trasladarme al 2014 o 2015, cuando escribía mi tesis de grado.

Aquellas veces me pedía un libro de Kierkegaard y era la manera de sentirme oportuno y perteneciente a ese lugar.
Recuerdo escribir y escribir mientras la tarde proyectaba en el patio del lugar. Un silencio constante acompañaba las meditaciones que me consumían las horas. Escribía sobre satélites y órbitas, con la ingenua esperanza de publicar un libro.
Pasaron casi 9 años. Me fui a vivir a Alemania. Volví. Me fui a vivir a Bariloche. Volví. Me volví a Buenos Aires. En el interín la vida me presentó oportunidades y personas, me dió tardes de contemplación y noches de llanto.
Hoy vuelvo al seminario, más golpeado, más experimentado, más fuerte, y ese silencio constante se mantiene inmutable y atemporal. Al igual que sus pasillos y sus sombras. Como si los años solo hubieran sido un testimonio personal e íntimo.
Quizá es por esa idea de tiempo que puedo contar y describir estas líneas y apreciar lo que vuelvo a vivir con agradecimiento y con el pecho inflado.

Cuando uno vuelve a los lugares más hermosos, merecen un poema, un canto, y por qué no un Gracias.