jueves, 13 de diciembre de 2012

Comentario al Salmo 125

Allá van los que, llenos de tragedias, de imposibilidades, de manos lastimadas, decidieron dejar sobre la tierra la ùltima semilla, el ùltimo talento. Juntando fuerzas, mirando hacia el horizonte de edificios, de patios escondidos, de bocacalles, de poblaciones derrotadas, juntando la ùltima gota de sudor dedicada al trabajo. Allà van, esos que extrañamente creyeron que la ùltima fuerza serìa la decisiva.
Entre el dolor, la miseria, la desesperanza, la tormenta que avecinaba, los obstinados han llegado a ùltimo terròn de tierra fèrtil, han dejado sus plegarias encarnadas en la semilla, en el trabajo.
Allà se van ellos, dejando lo ùltimo que tenìan, confiando en su propia muerte tal vez, o confiando en eso que todos confìan cuando dejan hacia el vacìo el resultado de sus fuerzas, de sus esperanzas.
¿Quièn no se ha lanzado al vacìo? ¿Quièn no ha abandonado su ùltima seguridad para lanzarse a una quijotada sin final predecible? Esos obstinados, que màs allà de los llantos, de los tiempos terribles, han caminado un poco màs para dejar el producto de su esperanza: la semilla que algùn dìa crecerà.
Ni el tiempo, ni las malarias les ha quitado el amor por el trabajo, por el hacer màs allà de toda adversidad.
El cantar, la alegrìa despertada en los pueblos los dìas de la cosecha quizà nos hacen olvidar que en cada una de esas maravillas de la Naturaleza, està el llanto y la valentìa de los que dejaron lo que tenìan que dejar, lo que confiaron en eso intangible, para que luego "que sea lo que sea".

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