lunes, 1 de agosto de 2016

La primera vez


A una edad donde observar no es oficio gratuito sino retornos de tiempos invertidos en mirar.
El desinterés licuado en las obras que crecen sin voluntad de abstracciones, sino plenas de V(v)erdad:
la grieta en la pared y el color y la forma que asoman
la lluvia rescatando lo que podría haberse extinguido en un balcón
un arriesgar tiempo para charlar y abrazarse al final, por última vez
el ruido de las piedras amontonadas regalando música a orillas del Pacífico
la joven noche proyectando cuadros sobre el muro de todos los días 
(tabula rasa, todo por hacerse en las tardes)
Esas cosas que obran sobre los alrededores de una edad que se llena de teneres deberes haberes,
ya no podremos volver a vernos por primera vez, porque si hay primeras hubo una anterior donde 
planeamos, calculamos, prefiguramos, conjuramos, lanzamos la Hipótesis al camino.

Quisiera volver a las primeras veces, a que una vez  sea siempre,
espero ese abril sobre la ventana, un otoño que devuelva ese modo de escribir inolvidablemente.
Que nadie me quite esa espera al menos
todos queremos retornar a las simples cosas
y aguardaremos aunque sea sin contarlo
que nos lleguen los rescates.

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