domingo, 27 de agosto de 2017

Terminar los 29


Al final de la jornada, y luego de diez años de peregrinaje, descansos, desánimos, traiciones, fidelidades, de teorizar sobre la significación de esquinas que nunca eran reales, llegaban a una esquina.
La esquina era borde, pero no calzada, ni piedra, ni asfalto. La esquina al final era arena, agua, piedras que donaban sonoridades, un sol que anunciaba la primavera, una familia reunida sobre la memoria y la realidad de un papá, que era manos, trabajo, y amor -y ahora es una ciudad entera-. Y a todo esto, estaba el Río, el Río, inabarcable y tan complementario.
Faltaban horas para comenzar un nuevo año, una jornada plagada de gramáticas del porvernir, de nuevos rumbos marcados por la Providencia y la memoria que hace una huella sobre lo transitado.
Al final de la Jornada, faltaba reírse de algo que aconteciera dentro de la tarde. Lo que avecinaba no fue nunca objeto de conversación,

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