lunes, 12 de marzo de 2018

Vivir en Berlin



Nostalgia en alemán se dice "Heimweh". Heim significa "patria", y weh es "dolor". La nostalgia en alemán se podría asociar en torpes traducciones a la pérdida de la patria, a la lejanía de ese primer refugio en el mundo que el Azar de Dios nos ha dado como espacio de re-creación.
La nostalgia es aquello que fue y se añora ahora como un "pasado mejor". También con aquello que hemos perdido y no es posible recuperar. También una imposibilidad, algo que no se accede, una elegía, un verano de otra década.
La pérdida de la patria bien puede ser material, ya que la redundancia de pensar en lo perdido bien puede ser el verdugo y la clave de un nuevo día.
Un nuevo día como aquellos que veo cuando veo a lo lejos la Berlín del Alexanderplatz, o aquella de Wedding y Seestrasse. O aquella de Tagesabschluss, zum Mitnehmen und Zum Hiertrinken. La Berlín que quizá no sea patria, pero si es trinchera.
Así, como en Malvinas, en el exilio, uno podría pensar a la patria como partida o punto de encuentro final, aquellos en pleno movimiento tenían en la trinchera el refugio y descanso necesario ante tanta mishiadura, tanto desastre.
Berlín se me hace refugio, de a poquito. En su ajetreo fragmentado y lamentable, en sus hombres sentados en el U-Bahn como separados por las rutinas. En el encuentro no buscado pero ocurrido.
Berlín se me hace el ahora. Sin patria, lejos de aquellos que me abrazan siempre, lejos de todo aquello que fue proyectos y llantos y alegrías. Pero Berlín se me está convirtiendo en el Ahora.

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