martes, 19 de enero de 2010

Se prohibió caminar (La Resistencia)





Lo chicos han arrojado pasto al patio de atrás, jugando a la plaza de la cuadra de enfrente: a falta de permiso para cruzar la calle y disfrutar del tobogán, del pájaro habitué, de la fuente seca que intenta ser una persona quieta. Es tiempo del simulacro necesario para no olvidarse de lo que está afuera de las casas donde yacían las cunas donde nacimos. Pasto de los canteros de mamá cubriendo las baldosas, maderas de la improvisada carpintería de papá para la tabla del sube y baja, papel glasé hecho nidos de pájaros –que, según los chicos, bien podrían cruzar la calle y disfrutar de la “otra plaza”, casi un duplicado-. Salvo la falta de fuente seca y sucia; aquí los muchachitos hallan un problema ¿Cómo hacer una como ella en esta nueva plaza? No hay figuras de mármol en la casa, y los niños no quieren ser las mismas, porque no podrían posteriormente disfrutar del espacio reconstruido ¿Qué hacer? Alguien piensa ingeniosamente pero se ríe, como si la ridiculez de lo pensado lo ahogara en el una risa solitaria. Se aleja del grupo de muchachos pensativos, hacia la cocina donde sus padres estaban tomando un café, en un silencio respetuoso. El niño miró fijo hacia la escena de mesa pocillo personas, “que parecían quietas”, le pareció.

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