viernes, 22 de febrero de 2019

Volver a escribir una Historia

Hace ocho años mi antiguo jefe abrió la puerta de la oficina donde andaba amontonado con otras cuatro: "Querés escribir sobre el Servicio de Asistencia Técnica a la Industria"?
Acepté sin saber que el destino de mis intereses y mi comprensión sobre la realidad tecnológica argentina cambiarían para siempre.
Recuerdo dedicarme horas a subrayar, leer, entrevistar, formular, quemarme la cabeza tratando de entender qué pensaba Jorge Sabato cuando decidió crear el SATI y armar su política de transferencia de tecnología.
Me acuerdo aquellas tardes en el Laboratorio de Ricardo y Fernando, cuando, escondido en un cuarto medio olvidado y polvoriento, me quedaba dormido intentando elucubrar alguna idea, alguna estructura a mi trabajo.
El esfuerzo no fue en vano, y tuve el placer de publicar mis primeros artículos, y asistir a mis primeros congresos académicos. Sabato era mi estandarte y una suerte de mentor post mortem.
Recuerdo que mi próximos pasos estaban destinados a analizar el fin de la filosofía sabatiana en transferencia de tecnología y el surgimiento de nuevas ideas acerca de la vinculación entre sectores científicos y socioproductivos. La legislación ayudaba a los cambios de vientos a través de la ley 23.877 de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica. Regiones, Unidades de Vinculación Tecnológica, Ofertas Tecnológicas, etc.
Recuerdo volver a dormirme entre apuntes, libros, fotocopias, lapiceras, y la voz siempre lejana de Ricardo, intentando avanzar con su Proyecto de Partículas. Enfrente, en mi oficina, las chicas pensaban en amar, en ser amadas, en bebés, y alguna que otra elucubraba para quedarse en jefaturas. Yo pensaba en por qué Jorge Sabato tuvo la genialidad de promover la Ley de Compre Nacional.
A nadie le interesaba si un nuevo artículo llegaría de mi parte. A nadie le resultaba muy importante lo que yo podría aportar. No obstante, me dejaron ser, y hacer. Y yo hice. Publiqué una segunda parte.
Luego vendría la Maestría, el fin de mi Licenciatura. El interés de mi jefa por saber qué pensaba y hacia dónde iban mis ideas: ella comprendió que el saber era poder y que ella podría crecer si uníamos mis conocimientos sabatianos con sus experiencia ejecutiva. Así, nos dimos a la empresa quijotesca de armar modelos de contratos de innovación tecnológica, mientras yo intentaba resumir la experiencia en un nuevo escrito académico, el cual por falta de tiempo salió torpe, lleno de errores de tipeo, plagado de imprecisiones, pero con el espíritu sabatiano plasmado, y con un objetivo claro: resumir la experiencia en transferencia de mi querida CNEA, y esbozar sus desafíos.
Tenía una estrategia, tenía una idea sobre cómo mejorar la transferencia de tecnología de CNEA rescatando lo mejor de su historia y su estructura. Pronto llegaron las luchas de poder: cambios de gerentes, pedidos clandestinos de información, tráfico de influencia, llegada de agentes ambiciosos, la necesidad de robar y quitar a los que saben para no darles nada. Llegó la denigración, el dolor, la impotencia. Llegó el no aguantar más, porque nada de lo que pensaba podría concretarse de manera clara, porque me tuve que enterar sobre la bajeza humana, y jugar de la peor manera, y olvidarme horas enteras sobre mi proyecto de entender a Jorge Sabato.
Me fui, me di a la fuga. Nadie me despidió, pero todos me saludaron. Me querían lejos también. Lejos. Y ahí me fui a otro país a buscar paz, nuevas historias, nuevas ideas, nuevos lenguajes. Me llevé dos libros de Jorge Sabato, los cuales apenas leí.
Alguien me escribió un día para invitarme a volver. Lo leí en la Biblioteca de Berlín-Wedding. Me emocionó. Alguien me estaba dando una oportunidad.
Quienes me querían lejos, me querían cerca, pero no de ellos, sino en Argentina. Por eso me soltaron y aprobaron mi retorno.
Volví. Caí a las montañas del Sur. Me costó entender que la Historia estaba incompleta.
Saben qué? Me alojaron en el Edificio Jorge Sabato. Casualmente. O no.
Desde aquí me toca seguir escribiendo esta Historia. Desde aqui, desde el Edifcio que homenajea a Jorge me toca seguir, desempolvar lo que hace ocho años era novedad. Desde aquí me toca continuar homenajeando a Jorgito.
No es tarde.

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